"El Jardín Terrenal de las Delicias"
Segunda parte
El
misterio de Hieronymus Bosch.
Ingrid D. Rowland
The
New York Review
18
de Agosto, 2016.
Traduccion: Leonardo Ibáñez
Valenzue
En preparación para el año del centenario de
2016, un grupo de documentalistas holandeses siguió a historiadores y científicos
del Proyecto de Conservación e Investigación del arte de Bosch quienes ovilizaron por Europa. Estrenado su producción en el año 2015, cuyo nombre es “Jheronimus Bosch: Tocado por el Diablo”
documenta momentos memorables en Venice y algunas reuniones en vivo en el Museo
del Prado Y el Escorial con Pilar Silva Maroto, la formidable curadora de la
exhibición en el Museo el Prado y el ex director sustituto Gabriele Finaldi
quien fue nombrado Director de la Galería Nacional de Londres, poquito tiempo
después de haber terminado la filmación. El encuentro entre el serio joven
grupo holandés y el poderoso museo no es
como una escena de auto de fe de Verdi en Don Carlos pero con distantes
quinientos años podemos aun sentir el contraste entre la elegante España imperial
y la cultura mercantil de una ciudad comercial en los Países Bajos. “Después de
todo tenemos las pinturas” dice Silva Maroto frontalmente y por supuesto el
Museo el Prado posee un departamento de conservación a la estatura de lo mejor
alrededor del mundo.
Nosotros podemos imaginar la chispa
de excitación que voló cuando las fantásticas
imágenes de un pintor de clase media de ‘s-Hertogenbosch
entro al etéreo encantado mundo de los Hapsburgs a la vuelta del siglo
dieciséis, dos sociedades habitando el mismo tiempo y los mismos lugares manteniendo modelos completamente distintos
de vestir y conducta, pero unidos en su fascinación con este extraño genio.
Silva Maroto hace una confidencia al equipo de filmación, de que su propia casa
cogió fuego cuando ella era niña. Por lo tanto, ella sabe todo acerca de cómo
las llamas devoraron ‘s-Hertogenbosch en 1463 y como de esta manera quedo
grabado en la memoria del joven Joen van Aken.
La exhibición en Den Bosch enfatiza a Bosch
como un artista local, no obstante como un artista de un logro excepcional. El
Museo el Prado enfatiza la importancia histórica de esta colección, creada por
el Rey Felipe ll, que amaba al raro pintor Holandés, tanto mas como amaba a Tiziano.
Felipe también dio abrigo a la tensa moralidad cristiana de este pintor norteño
que convenientemente muere el año antes que Martín Lutero diera rienda suelta
al Reformismo Protestante. El patrocinio cortesano de este decididamente artista
burgués, por lo tanto emerge como un tema dominante en el campo español,
acompañado con las rígidas variedades de la fe cristiana que unían la
aristocracia con la clase media.
La exhibición de Den Bosch se
inauguró, evocativamente con el “El Vendedor
Ambulante” una pintura pequeña,
ahora en Roterdam, pintura que una vez abarcaba las dos secciones de un
tríptico que se podía cerrar ( Una versión mayor con el mismo tema, y con el
mismo modelo antiguo aparece en los paneles de cubierta del tríptico Llamado “La Carreta de Heno”) En algún momento
el tríptico fue desmantelado, sus cuatro secciones de Roble del Báltico, fueron
aserruchados en la mitad para crear cuatro pinturas separadas, las cuales
todavía sobreviven. El panel central, tristemente, ha desaparecido, pero la
antigua cubierta nos aporta una imagen inolvidable. Vestido en harapos y
zapatos desiguales, el canoso vendedor ambulante se doblega bajo el peso de su
paquete, una cuchara de madera y un cuero de gato cuelgan de un nudo, tal vez
para dar a conocer el producto que ofrece. Su mano izquierda agarra un gorro de
viajero con un carrete y aguja pasa cinta-el puede se un zapatero si el
necesita hacerlo. Con su mano derecha, el repele el aullido de un perro con una
especie de garrote que hace de bastón de caminar, su pierna izquierda vendada
sugiere que ya fue mordido por el perro.
El Camino de adelanta esta bloqueado por una reja de madera. Abrirla sugiere una
alternativa deliberada. La deteriorada casa detrás evidentemente es un
prostíbulo con sus grandes baños colgando de la ventana para secarse. El cántaro
de greda quebrado colgando de una vara es simbólico, los cerdos dándose un festín
en el comedero, y el letrero de “El
Cisne” (Los cisnes machos son raros entre las aves de corral por tener pene).
Una mujer en la puerta de “EL Cisne” es
acariciada por un soldado mercenario que dejo su larga lanza apoyada contra la
fachada en ruina mientras que otro cliente orina en la muralla de afuera. Otra
mujer contempla hacia afuera desde una ventana en el piso superior. ¿Será que
el vendedor ya dejo su compañía, o paso cerca de ella? ¿Ella compro algo de el? ¿El compro algo de
ella? en el larguirucho árbol, arriba de la encapuchada cabeza del vendedor un
ojo de búho, un paro carbonero, justo detrás de la reja un buey, una urraca
permanecen en guardia. ¿Ellos se moverán o le bloquearan la pasada?
La mayoría de los eruditos
interpretan al vendedor como un hombre cualquiera, que hace su camino a través
de la vida en medio de amenazas a su seguridad física y espiritual. Solo la fe
constante y vigilante lo mantendrá
seguro en este camino traicionero. La pintura que detalla el paisaje
detrás esta terriblemente deteriorada pero pequeñas particularidades
desarrollan el mismo tema de amenaza y salvación: así como avanza hacia
adelante el errante vendedor será adelantado por ambos la rueda de la tortura y
una cruz al costado del camino. Su vacilante expresión, mirando hacia atrás, es
complejo como los dilemas que enfrenta. El curador de la exhibición Den Bosch
toma a este vendedor con su expresión fiel como la propia actitud de Bosch
hacia la existencia: La vida en la tierra es una prueba y solamente la
vigilancia nos asegura que la muerte nos precede, socios vagabundo son la salvación
más que una eternidad en el infierno. Lo moral
puede ser simple, pero la cara del vendedor muestra que la condición
humana tiene capacidad para una amplia gama de sentimientos. Pero el pudiente exitoso retrato de un
triste, en apuro trabajador es un acto de total empatia.
Un mensaje similar penetra lo que es
ahora considerado uno de los primeros trabajos, “La Adoración de los Magos” de
el Museo Metropolitano de Nueva York, en una pequeña ventana en la parte alta
de una torre en ruina protege María y su hijo, un pájaro a hecho un famélico
nido y pone un huevo que se balancea en el borde. Debajo del huevo, en la parte
lejana de la izquierda, un búho observa
desde dentro de otra ventana. Apenas visible debajo de un toldo. Escritores dedicados
a Bosch coinciden por unanimidad que los búhos simbolizan el mal mas que la sabiduría,
como en la Grecia clásica, pero al mismo tiempo Bosch el observador de la
naturaleza no puede ayudar pero admira la gracia de esas aves y sus ojos luminosos. Mas que
asignar bondad o maldad a estos predadores naturales, búhos, águilas, gatos, y
leones el parecer aceptarlos por lo que ellos son, las criaturas de grandes
ojos que viven como el primariamente a través de su sentido de la visión. Más
que signos del mal, ellos parecen ser la presencia de los presagios del artista,
pero a su vez el también a su manera es un predador.
Bosch pinta a los Magos con el
respecto de sus individualidades, no como orientales exóticos, pero como reyes
sabios (un respeto que no siempre reserva
por los judíos que pinta y que están cerca del Cristo atormentado). Con
un pequeño pincel el pinta el brillo de oro del pelo de la virgen, el pelo
exuberante de la barba del rey, y un pequeño paisaje verde alejándose en el espacio. Es la profunda belleza de
estos paisajes, con sus frescos colores y, sus deslumbrantes juegos de luz y
agua, que prueba la gama completa de su
destreza de pintor, en dramático contraste con el chisporroteo y chispa de sus
llamas blancas-calientes. Con sus pinceles Bosch puede incluso congelar el
fuego.
El clímax de la exhibición en el
Museo del Prado, preparado para la deslumbrante “Tentaciones de San Antonio” que es su pintura mas famosa y el
tesoro mas grande del Museo del Prado hecho por su mano: el tríptico conocido
“El jardín de la Primeras Delicias” o simplemente “El Jardín de las Delicias”.
El panel de la mano izquierda con el jardín del Edén Fue a la exhibición de Den Bosch, pero el tríptico
completo, por su delicada condición puede ser solo visto en España. La
excelente introducción de Han Belting, “Hieronymus
Bosch: Jardín de las primeras Delicias” ha sido reimpreso para esta
ocasión en un atractivo formato de tamaño medio.
El tríptico especialmente creado
como una forma de pintura religiosa, pensado pero no exclusivamente para una
pieza de altar. Bajo circunstancias normales, el elaborado panel central estaba
oculto por los dos paneles laterales que se cerraban como dos puertas pintadas.
La decoración exterior frecuentemente era pintada en grisalla, pintura realizada con diferentes tonos de gris, blanco y negro, o una paleta suavizada para
aumentar los efectos esplendidos cuando los dos paneles se habrían en días de
fiesta para mostrar la pintura de tres partes con colores vibrantes.
“El Jardín de las Delicias terrenales” imita la forma física de una imagen sagrada
con un contenido religioso, pero el extraordinario panel central se mira como
si no hubiera nada igual en este mundo. Cuando esta cerrado, el tríptico se
presenta con una visión en grisalla de cómo la creación ocurrió, carente de
forma desde debajo de la esfera de cristal en el firmamento, desplazado por Dios,
encerrado en sus propia burbuja en el espacio mas allá del universo, teniendo
un libro abierto que contiene los textos de la historia universal. Las plantas
y las formas geológicas se destilan debajo de la cristalina cúpula de el cielo, son gordas e hinchadas
reventando como Santo Tomas de Aquino podría haberlo hecho, y con la
posibilidad de volverse un ser vivo.
Cuando este doble panel de formas
amorfas se abre, un universo plagado con coloridas figuras aparece. El panel de
la mano izquierda cuando esta abierta muestra a Adán y Eva en el Jardín del
Edén, un Dios con la forma de cristo los une en matrimonio. Adán esta sentado
en el suelo mirando de alguna manera perplejo; Eva parada ante el con la mirada
baja mientras Dios toma su muñeca, el símbolo tradicional de dar a alguien en
matrimonio, detrás de la Primera Pareja, fértiles plantas germinan alocadamente
con gigantes brotes en inverosímiles colores pastel, llevando el requerimiento
de Dios que la unión sea fructífero y se multiplique.
El gato moteado lleva un ratón entre
sus dientes en la parte izquierda del primer plano, como el león atacando un
venado en la distancia, es usualmente interpretado, como la serpiente que esta
enredada discretamente alrededor del árbol en el terreno medio del panel, es
una indicación que el diablo esta presente en la creación. Pero el libro del
Génesis nunca especifica que los animales creados por Dios en el Edén se
conduzcan como los animales que conocemos; en lugar de, leímos que “Dios vio
que esto esta bien”, El gato es un buen gato, haciendo lo que un gato debe
hacer, así como el león. Realmente ¿queremos que los roedores infecten el
paraíso?
Bosch fue implacable en retratar la
naturaleza como es, rojo en los dientes
y las garras. Sus cautivantes dibujos de un nido de buho muestra a una madre
buho alimentando sus polluelos con
completo reconocimiento de que el alimento que ella trae es una presa viva,
pero como podemos estar seguro que esto es exacto, la representación sin
pestañear de esta realidad implica ¿un juicio negativo de lo que la biblia ha
proclamado como bueno? Los buhos y las infinitesimales arañas están cumpliendo
sus funciones como búhos y arañas.
El panel de la mano derecha del
tríptico representa el reino del infierno, y de los ingeniosos castigos que
esperan a los pecadores, donde el negro como boca de lobo es dominado por
curiosas figuras con la cara de un hombre incrustada en un árbol hueco. Bosch
ya ha inventado sus criaturas en preciosos dibujos que están el Museo de
Albertina en Viena. El hombre-árbol se mira melancólico por encima de sus
hombros. El hombre-árbol mira tristemente sobre sus hombres, las piernas que
parecen troncos están plantadas en dos botes. Los botes a su vez flotan en un río mas abajo de unos suntuosos
cúmulos de nubes rodando trazados con un lápiz muy fino y con una increíble
delicadeza en el trazo. Bosch tenia una mano tan segura que podía crear
espacios con el trazo de un lápiz.
En la sección del Infierno hay otro
hombre-árbol reinando y mirando burlonamente sobre un ávido banquete que tiene
lugar en su vientre hueco, criaturas-monstruos
de formas improbables y proporciones ridículas rebanadas, rasgadas, devoradas,
digeridas y defecadas designas sus victimas con diabólica concentración. Los
instrumentos musicales se transforman en instrumentos de tortura, y nosotros
podemos imaginar el retumbar, el tañido cacofónico que subraya el crujir del
azufre y los gritos de los condenados.
¿Pero que hacer del panel
central? Personas desnudas, mujeres y
hombres, blancos y negros, juguetean con pájaros y animales entre suculentas
plantas de pastel, alimentándose con frutas maduras descomunales. Alrededor de
una fuente llena de bellezas bañándose, un grupo de hombres jóvenes lo circula,
cada uno cabalgando categóricamente bestias masculinas. Hay caballos,
unicornios, osos, un león y un gran gato moteado con ojos grandes. Abajo de
esto un carrusel vivo, el aire esta lleno con promesas sexuales, algunas
parejas discretamente están dispuestas para el sexo cubiertos en un receptáculo
o en convenientemente una concha gigante de mejillón. Otros están perezosamente
persistentes en el nivel de los juegos preliminares. Un hombre se inclina
mientras las plantas brotan de su parte
posterior, un vecino de cualquier manera esta recogiendo flores o insertándolas
una a una en este inusual florero. Algunos hombre están cautivados por otros
hombres, y también hay muchas parejas
interraciales.
¿Es este un mundo bueno o un mundo
malo? es ciertamente un mundo contrario a la realidad presente y muchos
escritores que han escrito de este “Jardín” sugieren que podría ser el mundo y
podría haber sido si Adán hubiese sido sensible para rehusar la manzana que Eva
le ofreció en el Jardín del Edén, fruta proveniente del Árbol del Conocimiento
del bien y el mal. Larry Silver, en el catálogo de la exhibición del Museo del
Prado, es más pesimista. El ve esta desenfrenada indulgencia en placeres como
un boleto seguro al infierno que se ve vividamente deletreado por nosotros en
el panel derecho de la pintura.
De otra manera, esta sofisticada
visión sexy del mundo podría haber sido justo la clase de contenido que podría
haber entretenido a los mecenas aristocráticos que lo comisionaron. “El Jardín de las Delicias Terrenales”
refleja alguna de las divisiones sociales en el limite del mundo habitado por
el hombre que fue ambos Joen el pintor y el famoso maestro Jheronimus Bosch.
El leve desosiego del “Jardín”
engendra muchos puntos de vista hasta el hecho que estamos sospechosos de la
ilimitada felicidad. “El Jardín de las
Delicias” nos trae de vuelta a los viejos temas cristianos como la Felix Culpa (Culpa Feliz): que es la
convicción que si Adán no hubiese comido la manzana, la humanidad no habría
sido redimida por Jesucristo. Doloroso como las consecuencias hubieran sido, el
error de Adán, en este punto de vista provee la ocasión para que Dios
despliegue la inmensidad de su misericordia.
En las palabras del poema ingles del siglo XV “Adam lay ybounden”
Había que nunca tomado la manzana,
La manzana no se toma,
Nunca lo haría la Virgen
Han sido una Reina Celestial.
Bendito sea el tiempo,
La manzana fue tomada
De manera que podemos cantar:
Gracias al Señor.
Más que personas jóvenes eternamente
razonable en el Jardín de las Delicias, estamos destinados a movernos a través
de la vida agotados, caminantes heridos, algunos de quien, en otro visión
imborrable, seremos guiados por ángeles a través de un túnel luminoso celestial
ante que saltemos desnudos en un estallido de luz absoluta. Los primeros
admiradores de Bosch estuvieron correctos al considerar su visión fantástica
firmemente enraizada en un mundo como era, un mundo cuya belleza, lucha y
crueldad captó con una rara perspicacia ¿Pero cúando su mundo real comienza y
su mundo de fantasía termina? Este es el
misterio imperecedero de su arte.