Muralla.
Las uñas asperas de la noche
descascaráron la vieja
pintura que cubría
la vetusta muralla
donde cientos de miradas
día a día nunca dejaron
de percibir la impúdica luz
de las sombras clamando
por el perdón de los
que una vez fueron fusilados.
La pátina indeleble que
cubrió los crimenes
no quiso ser cómplice,
ya que cada cierto tiempo
los tonos exudados de la muerte
teñian las imperfeciones
iridiscente de su impronta.
los ojos de aquellos
que viajan a diario
nunca dejaron de prestar
atención a la parsimonía
de esos agujeros
que como crucigrama
y en un idioma hermético
indicaban los dolores
de aquella tarde,
entregando a cada uno
un mensaje lleno
de incógnitas.
Las aves ajenas
al dolor hacia tiempo
no detenían
su vuelo en las tejas
ajadas.
Pero la noche, ajena
borraba impertérrita
con la humedad de sus
lágrimas los ojos
aterrados.
Las uñas asperas de la noche
descascaráron la vieja
pintura que cubría
la vetusta muralla
donde cientos de miradas
día a día nunca dejaron
de percibir la impúdica luz
de las sombras clamando
por el perdón de los
que una vez fueron fusilados.
La pátina indeleble que
cubrió los crimenes
no quiso ser cómplice,
ya que cada cierto tiempo
los tonos exudados de la muerte
teñian las imperfeciones
iridiscente de su impronta.
los ojos de aquellos
que viajan a diario
nunca dejaron de prestar
atención a la parsimonía
de esos agujeros
que como crucigrama
y en un idioma hermético
indicaban los dolores
de aquella tarde,
entregando a cada uno
un mensaje lleno
de incógnitas.
Las aves ajenas
al dolor hacia tiempo
no detenían
su vuelo en las tejas
ajadas.
Pero la noche, ajena
borraba impertérrita
con la humedad de sus
lágrimas los ojos
aterrados.