Canto sin retorno.
¿Podré
algún día posar mis pies
en el
umbral de la vieja casa?,
donde los
zorzales cantaban
al universo
de los gladiolos,
cuando la
quietud de la tarde
dibujaba la
sombra de los paltos
en las
vetustas murallas de adobes,
y las
baldosas rojas y negras
recibían el
rocío de la mañana
reflejando
las esculturas hechas
por las
manos de mi padre.
Podré algún
día sentir la lluvia
golpeando
las tejas cubiertas
por el
verde légamo de los tiempos,
oler la
tierra recién cavada,
o poder con
el azadón
romper los
duros terrones
dejados por
otras lluvias.
Podré algún
día acariciar con mi mano
las
murallas maquilladas
por cal y
estuco de las casonas cansadas
de recibir
el embate de los vientos,
transplantar
jazmines del cabo
en los
extremos del jardín
o con la
vieja pala cambiar
el curso de
las acequias,
o recorrer
la tranquilidad de la plaza
provinciana
en un día de otoño.
Podré algún
día pisar en un movimiento
imperceptible
la ribera del Aconcagua,
sintiendo
que su húmedo
cauce trae
en sus entrañas
el grito
glacial de su soledad
y poder ver en sus aguas el reflejo
de lo que
fueron nuestros sueños
ahogados en
noches de pesadilla.
Podré algún
día ver correr el agua
con la
música del viento en aquella
fuente de
mi plaza, testigo de mi historia,
caminar en el
silencio de la tarde
la historia
de sus avenidas,
pisar la
entrada majestuosa
de ese
castillo que te llevaba
en el metálico
de sus ruedas
al mundo infinito de las magias.
A song without return.
Will I ever be able to pose my feet
on the threshold of the old house ?,
where the thrushes sang
to the gladiolus universe,
when the stillness of the afternoon
he drew the shadow of the avocado
in the ancient adobe walls,
and the red and black tiles
they received the morning dew
reflecting the sculptures made
by the hands of my father.
I may one day feel the rain
hitting the roof tiles
for the green silt of the times,
smell the freshly dug earth,
or power with the hoe
break the hard clods
left by other rains.
I'll one day caress with my hand
the walls made up
by lime and stucco of the tired houses
to receive the onslaught of the winds,
transplant jasmine from the cape
at the ends of the garden
or with the old shovel change
the course of the acequias,
or go through the tranquility of the square
provincial on a fall day.
I will one day be able to step on a movement
imperceptible the shore of the Aconcagua,
feeling that its wet
channel brings in its bowels
the glacial cry of his loneliness
and be able to see the reflection in its waters
of what our dreams were
drowned in nightmarish nights.
I may one day see the water running
with the music of the wind in that
source of my place, witness of my story,
walk in the silence of the afternoon
the history of its avenues,
step on the majestic entrance
of that castle that took you
in the metallic of its wheels
to the infinite world of magic.