El repartidor de la muerte.
Voy a caer en el peor de mis errores
voy a tratar de entender tu violencia
el porque matas sin que te provoquen,
no te has dado cuenta
que has repartido la muerte a los cuatro
puntos cardinales,
¿porqué?
me pregunto.
Es en la respuesta adversa,
donde encuentro que tú mirada separa
el firmamento de la mañana.
Quisiera no llorar,
pero ha veces el deseo incontenible
de la lluvia moja mis sienes ya secas.
He caminado otros caminos transitados
por los deseos irreversibles,
no quisiera naufragar en las riveras tibias de la gula.
La noche aún no ha vaciado la humedad
los grillos comienzan recien
a alejarse
en las notas tristes de las raices
quiero elevar el reflejo de las luces
hasta el fin de la sombras.
Tal vez no volverás a mirar
el sol cayendo recto y silencioso
en el ocaso de las agonias
pues los niños ya no rien
miran tristes sus limbos
arrancados
sin hilos los volantines apoyados
en las nubes lejanas
tal vez la lluvia no alcanzo a mojar
los alfeizares…
cuando la llamarada
venida del cielo
desparramo nuestros sueños
en horrendas escenas de dolor.
Alguas veces la noche no trepida
en sus lamentos,
y levanta sus miembros helados
pidiendo el fin al aquelarre
de los odios.
Nadie tuvo la culpa para
para tanto odio
para tanto miedo
no puedes dejar de pensar en un miserable
minuto
todo el daño, de ojos helados por la metralla.
de dedos deshollados en el sincronizado tejido
de tús bombas inteligentes.
El agua se evapora en
pequeñas partículas, se despide de la alberca
el
arranca miles de dolores.
me quisiera alejar hasta desaparecer
en las ocultas columnas de tus sueños
para unirme al clamor universal de las gargantas
implorando
“Ya basta de
“Ya basta de
“Ya basta de
“Ya basta de
Basta a la muerte de tanto niño.