Dilawar, fuistes un hombre común
el palpitar de tu corazón
seguia la cadencia del
viento hululando en
las montañas,
tu piel rasgada por
el cuchillo de la
brisa que no descansa
en su danza en el silencio
de los que
viven sus vidas tranquila.
Salistes de Yakubi rumbo
a Khost,
tus manos guiaban el volante
de tu nave sorteando el terreno
abrupto y tus ojos
se dejaban
guiar por
los sueños que te merodean
en tu noche,
soñabas viajando mas allá
de las montañas y más alto que las nubes
soñabas volando en las alas
gigantes de aves ensoñadoras,
querias llevar a tu pequeña
tomada de la mano
a esos cuentos
de principes y princesas.
Raudo tu taxi esquiva el
polvo que cicatriza la piel.
Dilawar, fuistes un hombro común
que pisastes la entrada
a la historia en una aviesa traición
te hicieron conocer el infierno
en esta tierra,
te doblegaron con las fuerzas
de las mentiras
tu cuerpo sirvio de merienda
a las ávidas árpias que no dejaron
nunca de picotear la seda de tu piel.
Tus ojos transparentes miraban
a los celadores con bondad
para otras con rabia
te solicitaban todo lo
contrario a tu fe,
te golpeaban con descaro,
tus veintidos años sirvieron
para consolar la rabia de los
cancerberos.
Dilawar, fuistes un hombre común
te colgaron del techo en ese
siniestro lugar de encierro,
desde ahí el sufrimiento subió
por tus miembros entumecidos
hasta tocar el nudo del miedo
extraviado en el espacio,
La llegada de la noche te espantaba
pues traia en su oscuro
manto la brutalidad
de los mensajeros de la muerte
para doblegar tu conciencia
y destruir la desnudez de tu cuerpo.
Te convirtieron en el nuevo
Jesucristo clavado
en el emblema de tus torturadores,
y al cuarto día de los tormentos
tu cuerpo desmembrado, roto
agujereado se rindio a los perros
de presa y tu alma envuelta
en las suaves alas de las mariposas
emprendio el rumbo al paraiso
de tus sueños.
Desde aqui muchos pensamos
cual fue tu crimen,
para morir de esa manera,
muchos llevaremos tu nombre
grabado en el rincón más
sagrado de nuestras conciencias
Dilawar, fuistes un hombre común.
of your ship circumventing the
abrupt ground and your eyes
you step the entry
to history in a malicious betrayal
contrary to your faith,
until touch the knot of fear